YUNNAN, UN TESORO CHINO AL PIE DEL HIMALAYA

Encajada a los pies del Himalaya, cuna de tres grandes ríos de Asia y hogar de centenares de minorías culturales, la provincia de Yunnan encarna la China menos conocida, un oasis de paisajes y tradiciones.

LIJIANG

La montaña Nevada del Dragón de Jade se eleva a la espalda del pabellón de la Luna y el estanque del Dragón Negro.

BOSQUE DE PIEDRA

Los caminos que se adentran en este conjunto kárstico de 400 km2 discurren entre agujas de formas curiosas y grutas con ríos subterráneos.

YANGTZÉ

Es uno de los tres cursos que circulan en paralelo durante su tramo alto a través de la provincia de Yunnan. Los otros son el Mekong y el Salween.

KUNMING

El templo de Yuantong, en el sector norte de la capital provincial, es el complejo budista más grande de Yunnan.

LAS TRES PAGODAS

Emblema de la ciudad de Dali, se erigieron para apaciguar a los dioses. La más alta (70 metros y 16 pisos) es también la más antigua, del año 800.

UN MICROMUNDO ÉTNICO

Las 25 minorías nacionales que pueblan Yunnan representan en realidad a más de 400 grupos culturales que, a su vez, pertenecen a un puñado de familias etnolingüísticas, fundamentalmente cuatro: tibetano-birmana (yinaxilahulisu y hani), kham-tai (zhuang y dai), mon-jemer (wabulang y deang) y la familia miao-yao.

PAISAJE ESCULPIDO

Un laberinto de lagunas escalonadas tapiza las laderas de Yuanyang. La frontera entre Yunnan y Laos es una sucesión de montañas habitadas por pueblos yi y hani que, a lo largo de los siglos, han domesticado el relieve excavando terrazas inundables donde cultivan arroz.

DALI

Los escasos 4 km2 del casco antiguo albergan comercios, casas de té y viejas mansiones. Durante la Fiesta de la Primavera la ciudad vive su mejor momento.

EL POTALA DE YUNNAN

En Shangrilá, el gran monasterio tibetano de Sumtseling (s. XVI) es a menudo comparado con el palacio de Lhasa. Fue reabierto en 1981.

LOS BELLOS ARROZALES DE YUANYANG

Los arrozales de Yuanyang son considerados la creación humana más impresionante de Yunnan, pues abarcan tres grandes montañas y otras más pequeñas que han sido modeladas por los campesinos hani con la paciencia de un escultor. Las terrazas escalonadas siguen el contorno de las laderas dibujando formas sinuosas que tapizan más de 2.200 km2. Cada pocos metros cambian de color y aspecto, según la hora del día y las estaciones. Los arrozales lucen mucho más bonitos en invierno, cuando los campos están inundados, y también al amanecer y al atardecer, con los brillos cobrizos y dorados de la luz del sol sobre el agua.
Aunque hay miradores instalados en los puntos más panorámicos, se recomienda dar al menos un pequeño paseo por los estrechos caminos que utilizan los campesinos para moverse de una terraza a otra y adentrarse, siquiera por unas horas, en ese entorno mágico y fascinante. El desarrollo turístico que está experimentando la zona se apoya en la población local, de manera que algunos jóvenes hani han abierto pensiones prácticamente encima de los arrozales. Se trata de alojamientos económicos y muy agradables que permiten, además, conocer una de las culturas más genuinas de Yunnan. En la imagen, dos mujeres hani andan entre los arrozales.

MUESTRAS DE LA RIQUEZA CULTURAL

Los mercados semanales constituyen el punto de reunión de muchos de los grupos étnicos grupos y ofrecen al viajero la oportunidad de admirar sus singulares vestimentas y la artesanía que elaboran. Además de los festivales de música y danza tradicionales que tienen lugar a lo largo del año, existen los denominados “pueblos étnicos” que muestran (y venden) objetos, vestidos, joyas y las artes escénicas de diversas culturas minoritarias.

LOS TESOROS NATURALES Y CULTURALES DE YUNNAN

1. Kunming. En la capital de Yunnan se recomienda visitar el parque Cui Hu Gongyuan, el complejo budista de Yuantong y el mercado de pájaros y flores.

2. Bosque de Piedra. Una red de sendas recorre este conjunto de rocas calizas. A 84 kilómetros de Kunming.

3. Yuanyang. Los arrozales dibujan un paisaje cambiante a lo largo del año.

4. Dali. Su casco antiguo posee restos de una muralla Ming. En los alrededores se visitan aldeas bai y el lago Erhai, donde se practica la pesca con cormorán.

5. Lijiang. El centro histórico, Dayan, es un laberinto de calles y canales a los que se asoman casas de madera.

6. Shangrilá. Puerta de entrada a la cultura y la naturaleza del Tíbet.

Destino todavía poco difundido en Occidente, Yunnan se ha hecho mucho más accesible recientemente gracias a la línea de alta velocidad que comunica Shanghái con Kunming, capital de la provincia. El trayecto de medio día salva 2.266 kilómetros y ha contribuido a que la región forme parte de los principales recorridos por China, aunque posee atractivos de sobras para merecer un viaje por sí sola. Lo más extraordinario de Yunnan es que, cada pocos kilómetros, el clima, el paisaje y las etnias cambian. A medida que uno se adentra en este territorio, cada montaña deja paso a un valle distinto y cada valle es testigo, los días de mercado, de una impresionante concentración de personas pertenecientes a una docena de minorías culturales que visten su propio traje tradicional y venden una artesanía que los caracteriza.

Yunnan es la provincia más montañosa de China y, a la vez, la que alberga un mayor número de grupos étnicos. Ambos datos están claramente relacionados, pues las dificultades para trasladarse por el territorio promovieron que se desarrollaran culturas diferentes a escasos kilómetros una de otra e incluso distribuidas por alturas. Las tierras llanas fueron ocupadas por pueblos de lengua y cultura dai y zhuang –y luego chino–; las zonas medias por los yi y los hani; y las tierras más altas, más pobres y difíciles de cultivar, por los miao y los yao, que llegaron los últimos. El resultado de aquella estratificación es una asombrosa amalgama de pueblos.

De las muchas opciones para visitar Yunnan la más interesante e intensa consiste en seguir una línea oblicua que cortaría la provincia desde el extremo sudoriental al noroccidental, que además permitiría enlazar con el vecino Vietnam (en el sudeste) o con el Tíbet (en el noroeste). En todo caso, cualquier ruta empieza en Kunming, la capital de la provincia. Esta ciudad de ambiente sosegado, con un centro pequeño y enclaves naturales en las cercanías, resulta muy agradable para completar los preparativos del viaje o para descansar unos días. Siempre es recomendable, especialmente los fines de semana, pues los sábados y domingos cientos de personas, muchas con el vestido propio de su etnia, se reúnen a cantar y bailar en el parque Cuihu, una entretenida introducción al recorrido por Yunnan.

En las afueras de la ciudad se erigen dos conjuntos singulares. En primer lugar, el Templo de Bambú. Apacible y con escasos visitantes, conserva la mejor colección de esculturas budistas, con 500 estatuas de arhats (hombres sabio o santos, que han alcanzado el grado máximo de conocimiento). Son originales del siglo XIX, cuando el maestro Liu Guangxiu dirigió la última restauración del templo. El otro enclave imprescindible son las Montañas del Oeste, con la Puerta del Dragón, las magníficas vistas de la ciudad y el lago Dian, que da acceso a una serie de pequeños templos excavados.

NATURALEZA, CULTURA E HISTORIA

La atracción estrella de la zona de Kunming es, no obstante, el Bosque de Piedra, una extensión de rocas modeladas por el agua y el viento a lo largo de millones de años. Situado a unos 80 kilómetros de la capital, este conjunto kárstico se ha convertido en uno de los enclaves más visitados de Yunnan. El exceso de gente se puede evitar tomando el caminito que surge debajo del punto más famoso, donde se encuentra un cartel grabado con caligrafía china. Una vez dentro de este laberinto pétreo, el visitante juega a imaginar animales, plantas y personas en las curiosas formas de las rocas. Este onírico paisaje continúa bajo tierra en grutas surcadas por ríos y lagos que se abren al público en ciertas épocas.

La segunda etapa del viaje se centra en la ciudad de Dali, adonde se llega desde Kunming tras unas 5 horas por autopista, 45 minutos de vuelo o un recorrido en tren de entre 5 y 8 horas. Para los que aún sientan que importa más el camino que el destino, recomiendo hacer una escala en Weishan, antigua capital del reino de Nanzhao, establecido en la zona entre el siglo VII y el X. Weishan cuenta con un núcleo histórico perfectamente conservado y se halla a apenas 10 kilómetros de la montaña de Weibaoshan, un destacado enclave taoísta. Con cinco templos en su parte más accesible y una docena semiocultos por la densa vegetación y en distinto estado de conservación, Weibaoshan no deja indiferente.

Los viajeros acostumbran a visitar Weibaoshan en unas horas y se alojan después en la ciudad o bien pernoctan en el hotel de la montaña, aunque los hay que permanecen en alguno de los templos durante semanas o meses, intentando comprender los arcanos secretos del taoísmo bajo la batuta de un maestro. El otro atractivo de la ciudad de Weishan reside en su localización geográfica, en medio de una zona habitada por las minorías musulmanas yi y hui. Las visitas a sus aldeas y mercados no suelen estar incluidas en los circuitos más populares, pero ofrecen experiencias realmente intensas.

Otra opción para llegar a Dali conduce a través de las poblaciones situadas al norte de la autopista. Destaca Yuanmou, donde se encuentra el conjunto calizo del Bosque de Tierra y el yacimiento arqueológico del Hombre de Yuanmou, que vivió hace 1,7 millones de años. También resulta interesante pasar por la población de Guandu para ver su bello templo budista.

Dali, en la llanura que se alarga entre el Lago Erhai (Oreja) y las montañas Cangshan, es una de las ciudades más bellas de Yunnan. Capital del reino Nanzhao y del reino de Dali, que lo sucedió, sus calles reflejan todavía la estructura de los siglos XIV y XVII. El paseo descubre vestigios históricos como la Torre de las Cinco Glorias, el corazón de la ciudad antigua, y la puerta de la muralla. Para conocer el día a día de sus habitantes y alguna curiosidad conviene desplazarse al Templo de los Muros y los Fosos, cerca de la puerta Sur, donde cada mañana las ancianas realizan ofrendas a los dioses. El monumento más famoso son las Tres Pagodas de la dinastía Tang, visibles desde cualquier punto de Dali y también desde el valle en que se encuentra.

Después de contemplar las Tres Pagodas, llega el momento de lanzarse a conocer los alrededores de Dali, especialmente las poblaciones de los bai, que se reparten en dos líneas paralelas, una a la orilla del lago Erhai y otra al pie de la montaña. Yo soy un ferviente partidario de pasear tranquilamente por la región, descubriendo los mil pequeños detalles que revelan la vida de sus habitantes. Por lo menos habría que visitar dos grandes aldeas: Zhoucheng y Xizhou. La primera se sitúa más cerca de la montaña y destaca por el ajetreado mercado que acoge a diario, su pequeño teatro y las callejuelas que van ascendiendo hacia los templos principales.

Xizhou ofrece un aspecto más señorial. En el pasado acogió la residencia de las familias más poderosas de Dali y todavía hoy conserva un centenar de mansiones, muchas de ellas abiertas al público. El Linden Center, por ejemplo, una casa del siglo XVIII transformada en uno de los más bellos hoteles de Yunnan. Sentarse a comer o a tomar un café en su agradable terraza, situada sobre los últimos arrozales de la zona, aportará un interesante contrapunto a la visita de una Xizhou cada vez más cosmopolita.

UNA PARADA IMPRESCINDIBLE

Ni siquiera a los viajeros con tiempo limitado les recomiendo que vayan directamente de Dali a Lijiang, pues de esta forma dejarían de conocer Shaxi. Aislada en medio de montañas escarpadas, durante siglos fue una importante parada caravanera en la vía sur de la Ruta de la Seda, más conocida como la Ruta del Té y los Caballos, que comunicaba Dali con Lhasa, la capital tibetana. En las últimas décadas, Shaxi se libró de la primera ola de promoción turística china y, gracias a ello, su restauración –a cargo del suizo Jacques Feiner– pudo realizarse según los más rigurosos criterios internacionales. Cada ladrillo fue desmontado, numerado, limpiado y colocado de nuevo en su lugar. Con todo el centro transformado en zona peatonal, el resultado es una invitación a un tiempo pasado, a un mundo sin prisas, coches ni preocupaciones. Esta calma ha seducido a más de un ejecutivo, reconvertido en gestor de su propio hotel o restaurante.

Además de por valor histórico y monumental, Shaxi es un destino famoso por su cercanía a los montes Shibaoshan. Este gran parque natural alberga unas esculturas budistas del siglo IX y el templo de Baoxing, con algunas de sus salas incrustadas en la montaña. Recomiendo realizar la subida o la bajada a pie –es un camino sin pérdida posible–, pues solo de esta forma se podrá disfrutar plenamente de la belleza de este macizo.
La ciudad de Lijiang es otro de los tesoros del patrimonio cultural de Yunnan. También es uno de los cinco destinos preferidos por los chinos, eso significa que cualquier día del año decenas de miles de turistas invaden la ciudad. Conviene por lo tanto evitar los lugares que visitan los grupos organizados, especialmente la Montaña Nevada del Dragón de Jade. Sí, es muy bella, especialmente vista desde la ciudad antigua o desde la aldea de Baisha, pero pierde todo el encanto cuando sus caminos se llenan de miles de personas.

A cambio, resulta mágico perderse en el laberinto de callejuelas que forman la ciudad antigua de Lijiang y alcanzar el mercado de Zhongyi. Una buena recomendación es visitarla por la mañana y, de esta manera, ver a las señoras naxi –la etnia mayoritaria– bailando en la plaza del Cuadrado. En esas primeras horas del día es posible subir con tranquilidad a la colina del León para disfrutar de una panorámica magnífica de Lijiang. Como alternativa a pagar la excesiva entrada, las cafeterías situadas justo antes de la taquilla ofrecen vistas similares por el módico precio de un café o una comida.

Una perspectiva distinta y también muy bella de Lijiang se consigue a lo largo del paseo junto al canal que lleva hasta el estanque del Dragón Negro. Desde allí se contempla la ciudad, con su lago, sus construcciones tradicionales y la carismática Montaña Nevada del Dragón de Jade al fondo.

La tarde se puede dedicar entera a visitar aldeas cercanas, como Baisha, el antiguo centro ritual de los naxi. La zona monumental está atravesada por calles bastante animadas, con algunas tiendas, cafeterías y restaurantes y el templo de Dabaoji, que preserva uno de los pocos salones con frescos originales de la dinastía Ming. Detrás de este barrio histórico se extienden los callejones donde vive la gente y sus casas, en las que siempre se suele ser bienvenido. Otra población interesante cerca de Lijiang es Yuhu, una aldea típicamente de montaña cuyas casas de madera y piedra guardan un sabor diferente a todo lo visto durante el viaje. Allí vivió durante más de veinte años Joseph Rock (1884-1962), el americano que dio a conocer en Occidente la singular cultura de los naxi. Y por último, el pueblo de Shuhe, llamado “el pequeño Lijiang”, que guarda otro tesoro de pinturas murales en el templo de Dajue, ahora incluido dentro del Centro de Exposiciones de la Historia de Shuhe.

La Montaña Nevada del Dragón de Jade lleva las últimas estribaciones del Himalaya hasta la provincia de Yunnan. Más allá de la ciudad de Lijiang se abren mundos muy distintos, un abanico de opciones a cual más interesante para el viajero. La mayoría se dirigen a Shangrilá, la primera ciudad dentro de territorio tibetano. Antiguamente conocida como Zhongdian por los chinos y Gyelthang por los tibetanos, cambió de nombre en diciembre de 2001 para adoptar el del lugar mítico que describe la novela de James Hilton Horizontes perdidos (1934). Esta ciudad situada a 3.380 metros se ha convertido en la puerta de entrada al Tíbet con vuelos a Lhasa, la capital, y rutas hacia Deqin que penetran cada vez más en ese mundo himaláyico de glaciares y picos que se pierden entre las nubes.

El Gran Parque Natural de los Tres Ríos en Paralelo —el Yangtzé, el Mekong y el Salween— fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003

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