Viaje por esta región del sur portugués hasta el cabo de Sao Vicente
PLAYA DE ALVOR
La cala de los Tres Irmaos es el paradigma de la costa del Algarve, punteada por peñas rocosas que emergen a la orilla de las aguas atlánticas.
FERRAGUDO
Este pequeño pueblo situado en el estuario del río Arade ha preservado la esencia de las antiguas aldeas de pescadores.
ACANTILADOS DE BENEGIL
En uno de los rincones más bellos de la costa algarvía se abre la playa de Benagil, un pequeño arenal que destaca por sus acantilados y por las grutas que la erosión ha excavado. Bañada por un mar tranquilo, es ideal para visitar en barca. Se sitúa junto a la aldea de pescadores que le da nombre.
PONTA DA PIEDADE
Las formaciones rocosas que emergen frente a la costa sur de Lagos guiaron durante siglos a los navíos portugueses.
SAGRES
Amplios arenales y acantilados se alternan camino del cabo de São Vicente.
LA COSTA DEL ALGARVE EN CUATRO ETAPAS
1 Faro. Rodeada de islas y arenales, la capital del Algarve es un enclave con un interesante casco antiguo amurallado.
2 Ferragudo. Este pueblo de pescadores, de calles coronadas por una iglesia, se ubica en el estuario del río Arade.
3 Lagos. Es una de las localidades más bellas del Algarve. Como Faro, su casco viejo también es amurallado.
4 Sagres. Situada en la punta sur de Portugal, conserva varias fortalezas. Muy cerca se emplaza el cabo de São Vicente.
El litoral del Algarve mira al sur con sus arenales soleados todo el año, sus acantilados atlánticos y sus pequeños pueblos de pescadores. Recorrer esta costa desde Faro, la capital regional, hasta el cabo de São Vicente descubre un territorio de naturaleza salvaje y una arquitectura que se remonta a la época en que era conocido como Al-Gharb, «el Oeste», el dominio árabe más occidental.
Faro recibe los vuelos que llegan a esta región. Ciudad llana, con arenales, marismas y el Parque Natural de Ría Formosa al sur, la capital conserva un precioso casco histórico que respira un ambiente de calma atemporal. Tras pasear entre naranjos por las plazas Largo da Sé y Afonso III, hay que visitar sus barrios medievales y asomarse a las terrazas del jardín Manuel Bívar. Después, uno puede visitar las ruinas romanas de Milreu, al norte, o bien bañarse y practicar surf en sus playas y luego degustar una cataplana, un guiso de marisco que es la especialidad del sur de Portugal.
CAMINO DE LA ALBUFEIRA
Desde Faro merece la pena acercarse a la vecina localidad de Olhão para visitar su barrio de pescadores, con casas de tejado plano al estilo árabe. Hacia el oeste, la siguiente etapa es Albufeira, distante 36 kilómetros. Su casco viejo se encarama en la roca para contemplar desde la altura una playa coloreada por barcas de pesca. Al caer la tarde, en las calles peatonales abren bares y restaurantes, y empieza la animación que la caracteriza.
Avanzando por la carretera costera hacia poniente, el turismo pierde peso y el litoral del Algarve muestra su alma marinera. Las playas se alternan con acantilados y los pueblos aprietan sus casas en las orillas. Es imprescindible visitar la aldea y la playa de Benagil, con sus juegos de luz entre las rocas; Carvoeiro, donde las casas cuelgan en anfiteatro sobre la playa; Ferragudo, otro pueblo pesquero en calma total, donde cuestas y miradores se dan la mano; y Alvor, con el estuario del río Arade –se puede remontar en barca– y bellas playas como la de Os Tres Irmãos.
NAVEGANTES DE LAGOS
Tras 20 kilómetros se llega a Lagos, cuyo puerto amurallado mantiene el recuerdo de los navegantes de la Era de los Descubrimientos (siglo XV-XVII). De aquella época es la fortaleza de Ponta da Bandeira (XVII) y el castillo de los Gobernadores, de origen árabe.
A Lagos pertenece la playa dorada de Dona Ana, en la que el mar deja a la vista mogotes rocosos junto a la orilla. La Ponta da Piedade, otro escenario de grutas marinas, quizás el más bello del Algarve, se halla a tres kilómetros.
El viaje prosigue por una costa cada vez más salvaje hasta Sagres. Con su iglesia de Nossa Senhora da Graça, este pueblo posee uno de los paisajes más imponentes del Algarve, dominado por un fuerte que se erige sobre un acantilado siempre azotado por el viento. Al sur espera la Ponta da Balleira, llena de centros de buceo, barcos que parten en busca de delfines y restaurantes donde sirven brochetas de gambones, sardinas asadas, chocos fritos y caldeiradas de peixe, que conviene acompañar con los vinos que se producen en Lagos.
Unos minutos de camino y se llega al cabo de São Vicente, extremo occidental del Algarve y finisterre europeo. Para los fenicios y romanos era un lugar de culto, y para los marineros portugueses, el último atisbo de tierra que contemplaban. De esta poderosa proa de roca conviene disfrutar durante el ocaso. Sobre ella hay un faro y un convento que aloja un museo de faros.