OPORTO Y EL VALLE DEL DUERO

OPORTO

El puente de Dom Luis I da acceso al barrio de Vila Nova de Gaia, desde cuya orilla se contempla una espléndida vista de la ciudad, dominada por la Catedral y el Palacio Episcopal.

VALLE DEL DUERO

Los viñedos dispuestos en terraza tapizan el fértil valle del Alto Duero.

CAFÉ MAJESTIC

El clásico Café Majestic, abierto en 1921 en la calle Santa Catarina.

CATEDRAL

El claustro de la catedral de Oporto (siglo XII), decorado con azulejos.

RÚA DO CARMO

En esta calle destacan la iglesia de las Carmelitas (siglo XVII) y la de Do Carmo (XVIII), de cúpula y muros recubiertos de azulejos.

ITINERARIO CULTURAL POR OPORTO

1 Catedral. Con una fachada austera y aspecto fortificado, se levanta en el corazón del Oporto medieval.
2 Barrio de Ribeira. El antiguo barrio de pescadores, con sus casas asomadas al Duero, ha rehabilitado muchos edificios.
3 Torre de los Clérigos. Obra cumbre del barroco portugués y un magnífico mirador del centro antiguo de Oporto.
4 Fundación Serralves. Del arquitecto luso Alvaro Siza, aloja el mayor centro de arte contemporáneo de Portugal.

Poco antes de que el Duero se convierta en mar, Oporto se despliega desde las colinas hasta sus orillas. Río y ciudad, indisociables, protagonizan uno de los paisajes más hermosos y reconocibles del norte de Portugal, perfecto para descubrir en una corta escapada.

Según el mito, el argonauta griego Cale fundó el primer asentamiento hacia el siglo III a.C., de ahí que los romanos llamaran Portus Cale al puerto que fundaron el año 136 a.C. Éste se convirtió en un importante enclave estratégico y comercial que acabaría dando nombre a todo el país.

La mayoría de visitantes llegan a Oporto en coche o en avión, aunque una opción magnífica es viajar en tren hasta la estación de San Bento. Los que así lo hacen son recibidos en el vestíbulo por un conjunto de escenas realizadas con 20.000 azulejos, que narran la historia y la vida de esta ciudad. Sea como fuere, aquí debería comenzar cualquier recorrido por Oporto porque el edificio neoclásico de la estación abre sus puertas al centro histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1996.

Se tarda un par de minutos en ir desde la estación de San Bento a la catedral. La Sé, como la llaman en portugués, muestra una sucesión de estilos artísticos y, por su ubicación, permite reconocer cómo la ciudad ha adaptado su trazado a los caprichos del río. Desde la colina de la Sé se desciende por las Escadas das Verdades hacia el barrio de Ribeira, junto al Duero, por callejuelas de vida simple y ambiente tranquilo. La ropa colgada de los balcones, la trastienda de las tabernas y el graznar de las gaviotas confirman a cada peldaño que nos aproximamos a este antiguo barrio de pescadores. El tramo que acompaña hasta el río es quizás el más pintoresco. La pátina del tiempo se percibe en las casas desconchadas que conviven con otras delicadamente restauradas. Hoy, el ir y venir de turistas y la presencia de restaurantes ha revitalizado el barrio y lo ha convertido en uno de los más animados de Oporto.

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VIAJES

OPORTO, EL ALMA DEL DUERO

Desde Ribeira vale la pena cruzar el puente de hierro de Dom Luis I (1886) para pasear por la otra orilla del río, la que ofrece las mejores vistas de Oporto. Allí, el barrio de Vila Nova de Gaia recibe con su aroma a vino y sus muelles con rabelos que transportan toneles, aunque algunas de estas barcas también realizan paseos por el Duero. Una veintena de bodegas históricas ofrecen visitas guiadas y cata.

De nuevo en Ribeira, hay que dirigirse hacia el oeste para encontrar una de las joyas portuenses. Se trata del palacio neoclásico de la Bolsa (1842), cuya visita descubre patios y estancias refinadas como la Sala Arábiga, inspirada en la Alhambra.

Junto a la Bolsa se halla la iglesia de San Francisco (siglo XV), con un interior que el escritor luso José Saramago (1922-2010) tildó de «mejor ejemplo del barroco portugués». Coger el tranvía que parte frente al templo y sigue el curso del río hasta su desembocadura ofrece al visitante un agradable paseo.

Desde San Francisco se llega a pie tras unos diez minutos a la Torre de los Clérigos (1763), obra de Nicolau Nassoni, nombre propio del barroco portuense. Con 75 metros, fue el edificio más alto de Portugal durante décadas; subir sus 240 peldaños tiene la recompensa de contemplar Oporto a vista de pájaro. Muy cerca, en la rúa do Carmo, destacan dos templos imprescindibles: Do Carmo y las Carmelitas, adosados.

Empieza el paseo por calles y plazas más amplias y teñidas de un barniz inglés que recuerda los lazos que tuvo Oporto con los británicos, pioneros en el comercio de su famoso vino. Al cruzar la aristocrática plaza de los Aliados, se hace obligatoria una parada en la Librería Lello que, abierta en 1869, ha sido catalogada como «la más bonita del mundo» y suele aparecer en anuncios y películas. Otros atractivos cercanos son el Mercado do Bolhão, colorista y animado, y el Café Majestic, de decoración belle époque. Éste es un lugar delicioso donde recobrar fuerzas, tomando un café y una porción de tarta.

CASTILLA ENOLÓGICA

UNA RUTA POR LA RIBERA DEL DUERO

En las últimas décadas, Oporto ha incorporado edificios de líneas contemporáneas que vale la pena descubrir, como la Casa da Música, cuyo interior es quizá más sorprendente que su perfil meteorítico, y la Fundación Serralves, que exhibe arte moderno en laberínticos pasillos blancos.

La visita a Oporto puede completarse recorriendo la región vitícola del Alto Duero, declarada Patrimonio de la Unesco. En coche bordeando las orillas del río o en crucero surcando sus aguas, se aprecian colinas por las que se deslizan viñedos y quintas con bodegas. Peso da Régua y Pinhão son las localidades más notorias de la ruta. En la primera, el Museo del Duero muestra la historia del vinho do porto, y, en Pinhão, otra vez una estación con fachada de azulejos narra el discurrir de la vida en estos parajes rurales.

La mejor forma de concluir este viaje es ascender al mirador de San Leonardo de Galafura, situado cerca de Peso da Régua. El panorama que brinda, con un Duero sereno y su valle con bancales, es aún más embriagador que los vinos que han dado fama a la región.

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